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Writer's pictureAída Mendoza

Aunque no siempre he sido consciente de ello, siempre he sentido una especie de fascinación por las cactáceas. Sobreviven (¿prosperan?) en los ambientes más adversos, saben aprovechar los recursos, por más escasos que sean, tienen un sofisticado mecanismo de defensa que funge a su vez como sistema de producción de sustento, son muy activos por las noches, cuando las temperaturas les permiten realizar sus funciones con un menor riesgo de morir de insolación, y por si fuera poco, son capaces de inactivar por completo sus mecanismos por largos periodos, aparentando estar estancados en su crecimiento, solo para volver a dar "el estirón" cuando las condiciones son más favorables. El saguaro (Carnegiea gigantea) más alto del que se tiene conocimiento mide casi 24 metros, y sin embargo a los humanos nos gusta meterlos en macetitas, fertilizarlos, regarlos con frecuencia, protegerlos de los rayos UV tras una ventana, y buscar maneras creativas de transportarlos de una morada a otra en épocas de mudanza (historia real: mi jardín espinoso creció tanto en cosa de tres años, que el día de mi más reciente cambio de residencia los encargados de trasladar mis posesiones terrenales de un domicilio al siguiente requirieron más tiempo para trazar un plan de acción para desplazar a mis cactáceas sin romperlas, que para cargar todos mis enseres y bajarlos cuatro pisos).


En épocas turbulentas, me gusta pensar que la creatividad es como un cactus. Se defiende con espinas de las inclemencias del desierto, a la primera (y a veces única) lluvia en meses se abastece lo suficiente para mantenerse por un largo tiempo, cuando las circunstancias externas no le favorecen se cierra por periodos extendidos, obteniendo de su interior lo único que necesita, y se abre por las noches, cuando todo es calma y su entorno no se esmera en castigarlo. Pero, sobre todo, cuando aparentemente ha dejado de crecer, un día da la sorpresa.


Por acá, las inclemencias externas (autoinflingidas, como las largas horas consumiendo contenido innecesario en las redes) parecían haber detenido el crecimiento. Pero quizá ha llegado la noche, ha llegado la hora de salir del letargo y dejar que la creatividad haga lo suyo en el desierto.





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